SOMBRAS
Hasta el día de hoy aún no he vuelto a ver a mis espectros, esos que me atormentaban por las noches cuando el sol caía y se asomaban entre las paredes oscuras y lúgubres en cada rincón de la casa, inclusive los días de luna llena cuando los rayos reflectantes del satélite natural entraban por las rendijas del techo de lámina, que para mí eran un rayo de esperanza en mi agobio incesante cuando caía la noche.
Parece increíble que todo eso sucediera, cuando uno es niño, la imaginación es tan latente y poderosa que es capaz de arrastrar desde lo más profundo y recóndito de la hiper realidad multidimensional seres informes que habitan las tinieblas.
A pesar de haber luz celenar en la vaciedad, sentía en mi piel el sabor de la frialdad de la noche, aún con mi chamarra sobre mi, sentía la presencia de algo oculto entre las paredes, ahí donde mis ojos no tenían acceso, quizá era por qué mi cuerpo era escuálido y extenuado, frágil en exceso.
No hace falta mas que un momento de deseperada flaquez para ser victima del acoso de las sombras, que en principio parecen ser inertes, que están ahí, observando simplemente, sin decir nada, mientras solo observan cómo esperando algo, cómo guardando el tiempo para que tú te descuides y puedan entrar en ti, apoderarse de tu cuerpo y atormentarte la mente arrastrandote a lo más profundo de la oscuridad, su lugar de origen del que no podrás escapar jamás, No los hace menos peligrosos.
Yo dormía solo, cuando vives en la montaña el sol comienza a ocultarse tras la sierra, la noche cae en un santiamén, que sin darte cuenta el ambiente se comienza a tornar frío y este se hace presente en una forma de neblina azul que baja y se establece entre los árboles y las casas, solo las tenues luces del fogón y los mecheros del candil de petróleo o de las velas mantienen una esperanza de que la noche no lo es todo de que existe algo mejor.
Con todo y eso, mi cuerpo no hacía otra cosa que ser vencido por un sueño enceguecedor, una intensa pesades y webonera que me arrastraba casi obligado a irme a acostar, más cuando estaba en cama, intentando cerrar los ojos y calentar mis fríos pies después de andar semidesnudo entre los huaraches de llanta por toda la tierra, abría los ojos y ahí estaban...
Delirantes sombras al aire observando, mirándome fijamente con sus ojos rojos y las risas burlonas, detrás de los tenues rayos de luz de luna que fungian cómo barrotes de cárcel que los mantenían a Raya para no acercase a mi.
Al principio solo veía y volteaba la cabeza simulando que no los veía, pero mientras más intentaba olvidarme de eso, no sé si era mi mente quien me traiciona a o en realidad eran ellos quienes me atraían a verlas nuevamente y era cuando comenzaban a cobrar más y más realismo, esas sombras uniformes pasaban de ser solo ojos observando a convertirse en una especie de ser informe y monstruosa que crecía cada vez más conforme mis latidos del corazón y respiración comenzaban a incrementarse y agitarse cada vez más.
Llegando al punto de no dejarme de otra más que gritar despavorido de miedo y comenzar a llorar en mi desesperación por no poder hacer nada para evitar que ellos estuvieran allí.
Seguramente mamá no era tonta,pero admiraba mi manera de intentar afrontar ese miedo. Lo se porque después solía comenzar a contarme de que es normal sentir miedo, sobretodo a lo que no conoces, pero creeme no hay nada más poderosos que tu mente, es capaz de crear las más grandes desgracias y de remediar los más grandes males y si eso no es suficiente, deposita tu confianza en Dios el grande y poderoso creador de todo lo que nos rodea y el te dará la fuerza necesaria para enfrentar tus males.
Claro que yo no entendía ni una sola palabra que ella me decía pero no eran las palabras lo que me traían confort, sino más bien, la atención y deseo profundo en su corazón de que yo no me sintiera desolado, de que no tuviera miedo, entendiendo de que aunque duerma solo y ahí estén las sombras en otra dimensión intentando arrastrarme con ellos yo no lo estoy, pues ella está siempre conmigo, a un lado de mi en mis sueños, o a unos cuantos metros esperando y velando celosamente cada uno de mis suspiros.
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